Hermanos y hermanas de la Arquidiócesis de Tunja, hoy nos encontramos con un Evangelio que nos sacude: Jesús, el Salvador del mundo, es presentado en el templo, y solo dos ancianos lo reconocen. Dos personas de oración, de espera, de esperanza. ¡Pero el resto no se da cuenta! Pregunta incómoda: ¿Nos estamos perdiendo a Cristo en medio de nuestras vidas?

Porque hoy, si Jesús llegara a nuestras parroquias vestido de pobre, de migrante, de niño enfermo, de anciano abandonado… ¿Lo reconoceríamos?

El Jubileo de la Esperanza: ¿Una Celebración Vacía o un Grito de Conversión?

Estamos entrando en el Jubileo de la Esperanza, y el Papa Francisco nos lanza una bomba en su bula Spes non confundit: este mundo está herido, lleno de guerras, desigualdad, egoísmo. Y nosotros, los cristianos, ¿qué estamos haciendo? ¿Rezamos con fervor, pero pasamos de largo ante el sufrimiento de los demás? ¿Hablamos de misericordia, pero nos encerramos en nuestras comodidades?

El Jubileo NO es un evento turístico, no es solo una peregrinación a Roma o una indulgencia para tranquilizar la conciencia. Es una llamada urgente a despertar. Como dice el Papa: “La esperanza cristiana no es un optimismo vacío, sino un fuego que nos impulsa a transformar el mundo”.

Encuentro con Cristo en los Pobres: ¿Eres de los que pasan de largo?

Jesús fue presentado en el templo con una ofrenda humilde, identificándose con los pobres. Pero hoy, cuando un pobre entra a nuestras iglesias, muchas veces lo miramos con recelo o lo ignoramos. ¿Dónde está nuestra fe?

Francisco lo dice claro en Evangelii Gaudium: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por la comodidad y el encierro en sí misma.” (EG 49). ¿Nos atreveremos a ensuciarnos las manos por el Evangelio?

Mira a tu alrededor: ¿a quién necesitas mirar con ojos nuevos? ¿A quién has ignorado? Jesús no está solo en el Sagrario, también está en el que sufre, en el que pide ayuda, en el que el mundo desprecia.

Vida Consagrada: ¿Locura o Profecía?

Hoy también celebramos la Vida Consagrada. Muchos piensan que ser sacerdote, monja o religioso es perder la vida, renunciar a todo placer y encerrarse en un convento. ¡Error! La Vida Consagrada es un grito de rebeldía contra este mundo egoísta. Es decirle al sistema: “No vivimos para el dinero, el poder o el éxito. Vivimos para Cristo, y Él vale la pena.”

Los religiosos no están muertos ni pasados de moda. Son hombres y mujeres de fuego, que dejan todo para servir. ¿Tú serías capaz de hacer lo mismo?

Compromiso: ¡Muévete! ¡Haz algo!

Este no es un mensaje para que te sientas “inspirado” y luego sigas igual. Es un llamado a la acción.

  1. Deja la indiferencia: Hoy mismo, haz algo concreto por alguien que necesite ayuda. Mira a los ojos al que sufre.
  2. Sal de tu burbuja: No basta con ir a Misa los domingos. Vive tu fe en la calle, en tu casa, en el trabajo. Cristo no es solo para la sacristía.
  3. Atrévete a ser luz: Si el mundo está oscuro, ¡no te quejes! Enciende una luz con tu vida, tu testimonio, tu entrega.

Que este Jubileo no pase como un año más. Que nos transforme. Que nos queme por dentro. Que nos haga ser lo que el mundo necesita: cristianos que brillen con la luz de Cristo.

¡Dios no está muerto, el Evangelio no es aburrido y la esperanza sigue viva! ¿Qué vas a hacer tú con esta verdad?

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