P.E.A.T

Proceso de evangelización de la Arquidiócesis de Tunja

Una mirada de agradecimiento hacia el pasado de nuestro plan depastoral.

Nuestra Arquidiócesis de Tunja nació con la Bula inmensa Christri del Papa Pablo VI, un 20 de junio de 1964, con ella también se nombra el primer Arzobispo Monseñor Ángel María Ocampo Berrío, quien pastoreo por 19 años esta bella porción del pueblo de Dios. Posteriormente fue Monseñor Augusto Trujillo Arango, llamado el prelado de la Paz en la Justicia Social y quien la regentó por 28 años.

Hoy nos acompaña y pastorea Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga IMC, quien se ha destacado por su gran liderazgo y su mágico poder de gestión, pues son innumerables las obras por el proyectadas, creadas y en dinámico crecimiento.

La Arquidiócesis de Tunja tiene un territorio de 3.369 Km2 y a finales del año 2010 contaba con una población de 278.000 personas aproximadamente, de las cuales están bautizadas 237.000, es decir, un 85,3% son 66 parroquias distribuidas por todo el territorio y en cada una de ellas se vive con dinamismo el Plan de Pastoral.

Una valiosa particularidad es que la Arquidiócesis siempre ha sido consciente de dar una respuesta a los desafíos y necesidades de nuestro pueblo boyacense, es por esta razón, que se han implementado experiencias significativas de trabajo pastoral, labor que siempre a tenido valiosos colaboradores, que con celo pastoral han trabajado por la implantación del Reino de Dios y la construcción de un mundo mejor.

En la década de 1980, se inició con algunos intentos de organización pastoral, ayudados por el Proyecto de Nueva Imagen de Parroquia conocido mundialmente como NIP, donde se pudo evidenciar una experiencia válida, útil, pero no lo suficientemente significativa para darle un desarrollo más amplio; pero sí, sirvió para abrir el camino optando por el modelo del Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización, este inicio en 1990 y se proyectó en tres etapas.
Desde 1990 y hasta el año 2000, se llevó a cabo la primera etapa de nuestro Plan llamada “Sensibilización”, dividida en tres fases: Participación, Corresponsabilidad y Comunión Eclesial. Esta etapa tuvo como fin, el poder colocar las bases de una Iglesia que expresara el Misterio de Comunión, ayudando a superar tendencias, individualistas, que no dejaban que los ciudadanos se acercarán a la Institución Eclesial, en definitiva darle la identidad como Pueblo de Dios. También sirvió para superar la desarticulación entre el pensar, el sentir y el actuar de los católicos, problemas evidenciados desde 1986 cuando después de un estudio de la realidad
se llegó a esta conclusión.

La primera etapa suscitó la organización de las Parroquias, con diversas estructuras necesarias para progresar en el Plan de Pastoral, el ejemplo de ello son los EPAP (Equipo Parroquial de Animación Pastoral). El paso siguiente fue la sectorización de las Parroquias, colocando en cada uno de ellos el coordinador, animador y mensajero de Sector, encargado de acercar a todos a la Comunidad Parroquial. Simultáneamente a nivel Arquidiocesano iban naciendo las comisiones, con sus correspondientes comités Parroquiales.

Con motivo del Jubileo del año 2000, se concluye la primera etapa, que deja como fruto 1250 Grupos de Familia. Posteriormente se da inicio a la Segunda Etapa llamada del “Redescubrimiento” o de profundización en tres aspectos esenciales para el bautizado, estos son: La Palabra de Dios, la fe y la persona de Jesús.

Esta etapa fue de mayor compromiso por parte del presbiterio y los laicos, de hecho, exigió perseverancia en los Grupos de Familia y sobre todo el salir de la comodidad de pensar solo en recibir, para luego estar disponibles a ofrecer lo que por gracia de Dios se iba experimentado y anunciando.

La primera fase (2001 – 2003) se dio el redescubrimiento de la Palabra de Dios, posteriormente la fase del redescubrimiento de la fe, como estilo de vida, con sus exigencias y con el compromiso de expresarla comunitariamente. Finalmente se vivió el trienio del redescubrimiento de la Persona de Jesús, empezando con un acercamiento al Cristo histórico, sus actividades; luego, la comprensión del mensaje de Jesús y su ministerio público que lo llevaría a la Cruz.

La segunda Etapa tuvo como acontecimiento especial la realización del primer Sínodo Arquidiocesano, que se diseñó con el propósito de actualizar el diagnóstico de la realidad social y pastoral, y evaluar el camino pastoral recorrido. Aquella experiencia sinodal sirvió para que clarificando la fisonomía pastoral, se continuará proyectando de manera creativa el futuro y cada vez más la Evangelización fuera viva, incluyente y dinamizadora. También la experiencia Sinodal, permitió fortalecer y nivelar los diversos actores que confluyen en la organización pastoral. Para ello, se aprovechó las conclusiones de Aparecida y con el lema “Discípulos Misioneros” se realizo una Gran Misión que concluyó la segunda etapa del Sínodo de manera celebrativa. En el año 2014, se cumplieron 50 años de la vida Arquidiocesana, aquel año
finalizó la Segunda Etapa, se proyectó la tercera destinada a madurar el sentido
comunitario, sacramental y ministerial.

2. ¿Cuál es nuestro presente?
Hoy nuestra Arquidiócesis de Tunja está trabajando sobre la segunda propuesta de renovación y actualización del PDRE, propuesta que ha sido trabajada desde el 2015 por parte del grupo de Obispos, vicarios de pastoral y miembros del SEDAC que le han ido dando forma a esta nueva visión de Iglesia Particular en salida misionera. Se ha denominado Proceso de Evangelización en la Iglesia Particular (PEIP) y nosotros como Arquidiócesis de Tunja la hemos denominado PEAT (Proceso de Evangelización en Arquidiócesis de Tunja).

3. ¿Qué es el PEAT?
Esta sigla (PEAT) designa el proceso de Evangelización en la Arquidiócesis de Tunja. Su objetivo fundamental es optar por una Iglesia misionera y comunitaria, que cumpla con su tarea evangelizadora. Este proceso además busca ser una respuesta válida ante el cambio época, puesto que reconocemos como Iglesia, el paso de la Cristiandad, es decir, el hecho de que ya el cristiano no es un dato global ni social. El secularismo ha avanzado y durante muchos años ha golpeado y demolido concepciones de una época que garantizaba el ambiente cristiano y muchos criterios de la fe.

Este proceso de Evangelización para la Arquidiócesis de Tunja (PEAT), procede de las fuentes de la enseñanza pastoral de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días y con la fortaleza y la experiencia de l PDR/E (antes NIP y NID), también con la solidez de los grandes estudios pastorales y del celo que da el deseo de responder al llamado de la Iglesia que nos asegura que “es todo un mundo el que se ha de rehacer… que es necesario transformar este mundo según el corazón de Dios” (Pío XII), firmes en la fe y en la esperanza puesto que se trata
de poner en práctica el mandato del Señor en Mateo 28, 18-20, sus recomendaciones sobre el conocimiento del mundo en el que vivimos y la atención a los signos que nos manifiestan su voluntad (Lc 12, 54-56); desde la oración y con la certeza de la fuerza del Espíritu Santo, protagonista de toda labor evangelizadora.

El proceso de Evangelización en la Arquidiócesis de Tunja (PEAT) desarrollará su tarea evangelizadora de manera ordenada y de acuerdo con cuatro pasos (Encuentro con Jesús, seguimiento de Jesús, comunidad con Jesús y enviados por Cristo)y mediante la constitución de estructuras que brinden a los fieles lo característico de la Iglesia Madre y Maestra. Busca de igual manera, constituir a las Parroquias en comunidades y lugares de expresión y misión de los diferentes carismas presentes en la Iglesia. El logro de este ideal será la implantación del
Reino de Dios y la construcción de un mundo mejor.

3.1 Pilares del proceso de evangelización en la Arquidiócesis de Tunja

3.1.1 Su enfoque principal es la Evangelización en contexto de Misión y con espiritualidad misionera. Su opción fundamental en este campo es el proceso evangelizador de la Iglesia, tal y como es descrito por los documentos conciliares: Ad Gentes, Evangelii Nuntiandi, Catequesis
Tradendae, Redemptoris Missio, Christifideles Laici, Directorio General para la Catequesis, Catecismo de la Iglesia Católica, Puebla, Santo Domingo,

Aparecida, Evangelii Gaudium, es decir: Acción misionera + Acción catequético iniciatorio + acción pastoral (DGC 49); o bien: Encuentro + Conversión + Formación + Comunión + Misión (Aparecida 278).

3.1.2 Su punto de Parida es la promoción del encuentro con Cristo y con el proyecto de su Reino, por una permanente dinámica de la Iglesia en la que se lleva incluso a institucionalizar acciones de PRIMER ANUNCIO y KERIGMA que, por la predicación de la palabra (Rom 10,14-17) llaman a la fe y a la primera conversión, a la acogida de la magnífica noticia que Dios nos ha dado en Cristo y a la confesión de su nombre, de su cercanía, de su salvación (Rom 10, 9-10).

3.1.3 Su reto fundamental es la FORMACIÓN INTEGRAL DEL DISCÍPULO MISIONERO: a nivel básico, o sea, al de la CATEQUESIS para la iniciación cristiana, que estructura la fe y la conversión inicial; y como FORMACIÓN PERMANENTE EN LA FE para acompañar a los fieles a la madures de la vida cristiana. La vivencia de la comunión y la misión en la Iglesia dependen
de una buena formación.

3.1.4 Su estilo y la fuente de su ánimo es la ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN, por la vivencia concreta de experiencia de comunión y participación en el seno de la Iglesia, con todos los hermanos y en los lugares específicos de la comunión: familia, pequeña comunidad (CEM), parroquia y Arquidiócesis.

3.1.5 Su propósito es la TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO en uno mejor en el que se viven los ideales del REINO DE DIOS, por la animación de los laicos en el cumplimiento de su misión específica en el mundo, especialmente en cuanto a sus deberes caritativos y sociales.

3.1.6 Su metodología es “PROSPECTIVA PASTORAL”, tanto para el diseño de los programas netamente evangelizadores como, sobre todo, para llevar a cabo las acciones concretas que renuevan a la Iglesia y al mundo por la coherencia de la fe y la vida de los cristianos y por su acción comunitaria.

A partir de la contemplación del ideal que Dios mismo nos ha revelado y de lo que vemos que Él pide a su Iglesia, reconocemos el conjunto de hechos y fenómenos reales en los que vivimos, con sus elementos favorables y menos favorables al Reino; hecho un discernimiento sobre las necesidades más apremiantes, las tensiones y los recursos con que contamos, pasamos a la acción planeada y programada, de metas claras y de pasos que involucren y entusiasmen a todos los miembros de la comunidad cristiana.

3.2 Elementos constitutivos del proceso

El PEIP es “complejo” porque tiene muchos elementos. Pero no es complicado porque su pretensión es simplemente “de la Iglesia”. Refirámonos al gráfico 1 (ver página 23) mientras seguimos leyendo.

Para captar la unidad en la diversidad, se invita a las Iglesias Particulares a poner el centro de sus intereses Jesucristo y el Evangelio (Cruztrebolada-Primer nivel), como hicieron los Apóstoles y las primeras comunidades cristianas. La opción por esta centralidad evidentemente incluye, en Cristo y por Cristo, toda la dimensión trinitaria de la fe.

Si no olvidamos que el horizonte de todo nuestro proceso es el Reino de Dios, tal y como Jesús lo predicó y lo ofreció a la humanidad entera, entenderemos que, en el orden de la ejecución, lo primero que debemos que poner a funcionar es la animación misionera y comunitaria (segundo nivel). Los dos servicios son permanentes. La Iglesia particular debe estar siempre animada de nuevo por la formación permanente en las dimensiones teóricas y prácticas de la comunión y la misión. Y por esto se requiere una profunda y entusiasta espiritualidad misionera, así como una espiritualidad comunitaria sólida y activa.

Posteriormente el camino de los creyentes se recorre gracias a un proceso escalonado y por etapas, que estructura su conversión progresiva hasta cuando asimila y pone en práctica los ideales de la comunión y misión. Por esto, para entrar en provecho en la comunión y en la misión católica, todos han de transitar por los caminos del encuentro con Cristo, fruto del primer anuncio y Kerigma, propio de la acción misionera, y de la iniciación en la fe y la vida cristiana, propio de la acción catequético-iniciatorio Tercer nivel). Pero, analizándolos atentamente, esos cuatro segmentos corresponden a los tres momentos o etapas esenciales del proceso evangelizador: la acción misionera, la acción catequético – iniciatorio y la acción pastoral. Y esto equivale a decir, de acuerdo con el gráfico, que una vez reconocido el centro y sabiendo de dónde nos viene toda la capacidad para poner en movimiento el PEAT, garantiza la animación misionera y comunitaria de los colaboradores en el servicio de la evangelización del mundo, la primera es la implementación del proceso evangelizador, tal y como lo entiende la Iglesia.

El (cuarto nivel) presenta las personas evangelizadas, puesto que un signo claro de la madurez Cristiana, es la elección estable de un estado de vida en la Iglesia y de cara a la misión que corresponden a quienes han sido evangelizados. Se trata, en últimas de elegir lo que Dios a elegido para nosotros. Los estados de vida en la Iglesia son: el laicado, la vida religiosa o consagrada y el ministerio ordenado. Solo se comprende que uno tome una decisión de vida cuando, efectivamente: ha sido iniciado en la fe y en la vida cristiana, quiere vivir toda su vida en presencia de Dios y para la construcción de su reino.

El (quinto nivel) (pastoral social, pastoral profética y pastoral litúrgica) presenta ya una organización pastoral básica en la que la labor evangelizadora ya se ha diseñado con la ayuda de los fieles evangelizados y evangelizadores. La pastoral profética, encargada, ante todo del ministerio de la Palabra, en todas sus formas y expresiones; la Pastoral Litúrgica, que se encarga de toda la dimensión celebrativa correspondiente al ministerio revelado por Dios; y la Pastoral Caritativa y Social, que pone en práctica el mandamiento del amor de maneras concretas y se preocupa así del progreso de la humanidad y de la evangelización de toda la realidad social.

Y (el sexto nivel), representa y destaca la dinámica de la “Iglesia en salida”, propia del a Iglesia y de su proceso evangelizador. Este es el nivel de la vivencia plena del doble ministerio de comunión y misión en el que se insertan y en el que desempeña sus ministerios los discípulos misioneros. La misión de la “Iglesia en salida” tiene dos dimensiones: una que podemos llamar “ad intra”, o “al interior”, porque tiene por objeto llegar a todo el territorio de la Iglesia Particular; y la otra “ad extra”, o “hacia fuera”, porque tiene por objeto el mundo entero.

El proyecto pastoral del PEIP es una propuesta concreta para una realidad concreta. La meta es la implantación del Reino de Dios, de sus principios, de sus ideales, de su estilo, etc., y la construcción de un mundo mejor. De hecho, todo el horizonte de la esperanza cristiana está marcando por la historia que vivimos, al punto que, como lo revela el último libro de la Biblia, el tiempo presente es el tiempo del testimonio supremo. Es en este tiempo cuando tenemos que amar en concreto al prójimo, a quien vemos, si queremos que sea auténtica la proclamación, que hacemos de nuestro amor por Dios, a quien nos vemos. Este es el tiempo que corresponde a quien el señor compara con la levadura en la masa, para que el mundo crezca. Y, por lo tanto, estamos en el momento justo para comenzar o para dar nuevos rumbos a nuestro Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular.

La gráfica circular que ha servido para presentar los elementos constitutivos del PEIP y sus dinámicas, reposa sobre un esquema-base que esboza cinco tipos de estructuras (ver pag 23). Las estructuras existen en función del proceso evangelizador, lo primordial es la evangelización de las Iglesias Particulares y que el centro de nuestra planeación y de nuestros propósitos pastorales está la persona humana en su ser concreto individual, moral y espiritual, social y cultural, histórico y transcendente. Por eso damos preponderancia a los procesos comunitarios.

Algunas estructuras son de decisión, otras de formación y capacitación, otras de consulta y animación, otras de comunión y participación y otras de ejecución.

Todas sirven y todas existen porque son integradas por personas ya iniciadas en su fe y en la vida cristiana. Para que ninguna estructura de vuelva obsoleta o estorbosa, para que funcione ágilmente y con sentido preciso en la consecución de las metas del proceso evangelizador, necesita constituirse sobre le buen espíritu de las personas que la integran. Los procesos de formación y de conversión y crecimiento permanentes son el medio más propicio para lograr que ninguno se sienta ofuscado por las estructuras necesarias, que simplemente pretenden servir a la comunión y la participación de todos

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