Mateo estaba en su mesa de recaudador, ajeno al mundo espiritual. Y Jesús pasa… y lo llama. “Sígueme.” Nada más. Y él se levanta.

La vocación no llega cuando uno está listo, sino cuando uno está **visto por los ojos de Cristo**. Y esos ojos no condenan: **invitan**.

Luego, Jesús cena con publicanos y pecadores. Los fariseos murmuran… pero Él responde: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.”

La Iglesia no es museo de santos, sino hospital de heridos. Y cada parroquia debe ser mesa abierta donde caben los Mateos de hoy: marginados, alejados, rotos.

**Aplicación pastoral:**
– Testimonios vocacionales en colegios y comunidades.
– Jornadas de reconciliación y escucha a los “alejados”.
– Formación en una pastoral misericordiosa, no juzgadora.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *