Los fariseos quieren atrapar a Jesús. Le ponen una trampa política: “¿Debemos pagar tributo al César?” Si dice que sí, lo acusan de amigo del imperio. Si dice que no, de rebelde.
Jesús pide una moneda. Y responde con sabiduría eterna: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.”

No hay evasión en sus palabras, sino un profundo llamado al discernimiento. ¿Qué parte de nuestra vida pertenece a Dios? Todo. Porque llevamos su imagen, no en la moneda, sino en el alma.

Hoy el cristiano está llamado a vivir en el mundo, pero no para someterse a todo lo que el “César” diga, sino para transformar desde dentro, desde la fe.

Aplicación pastoral:

Formación sobre la relación entre fe y responsabilidad ciudadana.

Oración comunitaria por las autoridades y servidores públicos.

Promoción de la justicia, la verdad y la honestidad como valores cristianos.

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