Parroquia San Antonio de Padua

Ventaquemada

Parroquia San José

RESEÑA HISTÓRICA

En medio de la majestuosa cordillera oriental, bajo la niebla, que la mayor parte del año humedece y protege las fértiles tierras de este trozo del altiplano, atraviesa la moderna y cómoda carretera que, a cuatro carriles, comunica hoy a las ciudades de Tunja y Bogotá D.C. Su trazado ha cobrado vida desde épocas inmemoriales, producto del tránsito del tiempo, articulando y trasponiendo épocas, momentos y situaciones, en las cuales, Ventaquemada ha sido un referente importante. Esta persistencia en ser parte del camino lo enfatiza como nodo, interconectando a dicha carretera con el antiguo camino que conduce hacia Turmequé, el cual, contrario a la moderna autopista, ofrece un tránsito lento, a pie o sobre una bestia, en medio de tapiales, acequias y cercas en piedra, especie de cordón umbilical que recuerda el tiempo en que este municipio hizo parte de la jurisdicción de la tierra de Don Diego de Torres y Moyachoque. Al recorrerlo se alimenta el espíritu de antaño que habita las laderas ventaquémense.
Insistiendo en esta metáfora de lugar de paso y encuentro, encontramos las estaciones del tren, testigos construidos de ese impulso industrial que, a finales del siglo XIX y principios del XX, dio a la luz el paso de este coloso, que con su sonido metálico irrumpió estos parajes, en su tránsito hacia Sogamoso y Belencito. Aún en el imaginario colectivo ventaquémense, se rememoran esas épocas, en que los niños de las veredas de Boquerón, Parroquia Vieja, Estancia Grande y Montoya, luego del pito del maquinista, corrían con sus canastos de avío y flores silvestres, para ofrecerlas a los viajeros, aprovechando las paradas que esa serpiente gigante, hacía en dichas construcciones, cuyas paredes develan las huellas del tiempo.
Bajo el manto tutelar de la llamada Laguna Verde, que desde más arriba del sector de Matanegra despliega sus múltiples brazos, a través de quebradas que recorren sus rincones; este terruño ha sido testigo de múltiples luchas y triunfos, desde la mítica Batalla del Arroyo de las Vueltas, que enfrentó al Zipa Nemequeme y al Zaque Quemuenchatocha, hasta la gesta libertadora que dio la Independencia a nuestro país. Su nombre es recuerdo del incidente sufrido por la Venta del señor Albarracín, lugar donde llegaban los arrieros y viajeros para descansar y tomar guarapo, antes de continuar con su jornada, la cual fue consumida por las llamas debido a disputas ideológicas y territoriales.
Reconocida como Parroquia por el Virrey Manuel Antonio Flórez en 1776, fue siempre paso obligado hacia la capital del virreinato, como centro de intercambio y escala, además de frontera de protección para Santafé. No es entonces coincidencia que Ventaquemada haya sido el lugar para consolidar la victoria patriota que, desde el 20 de mayo de 1819, proyectara el Libertador Simón Bolívar, desde el Hato Cañafistola en Apure, y finalmente conquistara el 7 de agosto en la llamada Batalla de Boyacá.
De este heroico trasegar encuentra el viajero huellas imborrables. Dinamizado por el mítico río Teatinos, el Campo Histórico del Puente de Boyacá, se abre como una de las páginas triunfales de Colombia, escrita con la sangre, pasión y sudor de campesinos que, desde los llanos de Arauca, fueron adhiriéndose al ejército Patriota a medida que Bolívar y Santander avanzaban hacia la Victoria. Desde el pequeño pero simbólico puente que actualmente une las orillas del Río, se pueden cerrar los ojos y percibir la fuerza con que el ejército Patriota derrotó definitivamente a los realistas, luego del fuerte golpe que sufrieran previamente en el Pantano de Vargas. Aún se escuchan los gritos desesperados de José María Barreiro, tratando de reorganizar sus filas, ante la contundencia estratégica de las tropas Vanguardia y Los Guías de Retaguardia, liderados de manera inteligente por Santander.
Recorrer esta hondonada es recordar los muertos, que de lado y lado tiñeron de rojo esta gesta. El oído atento puede identificar, entre los intersticios del caudal, los quejidos de los heridos que, como el General Soublette, el Teniente de Caballería Nonato Pérez, el R.P. Fr. Miguel Díaz, entre otros, sobreponían sus dolores al orgullo de haber participado en esta epopeya, mientras Anzoátegui y sus hombres, seguían en vigilia para esa llama de la libertad.
Para continuar con este recorrido glorioso, se avanza hacia el sur occidente y, luego de atravesar la carretera, se llega a unas rocas, parecidas físicamente a varias que se encuentran desperdigadas entre los potreros de las diversas veredas de la zona baja del municipio. Sin embargo, estas piedras amplían la narrativa del territorio, al haber sido escogidas en épocas prehispánicas, para plasmar enigmáticos signos pictográficos, Fueron estas piedras el escenario para una de las escenas más emotivas de nuestro nacimiento como República, pues fue allí donde el humilde soldado belemita del Batallón 1º de Rifles, Pedro Pascasio Martínez, captura al General Barreiro, quien agotado y desesperado se había ocultado en un pequeño agujero. Conmemora este acontecimiento una escultura en bronce, elaborada por el artista tunjano Jorge Alberto Casas Ochoa, quien idealiza la imagen heroica de este niño boyacense, y de su compañero, conocido como el Negro José.
Ya en el centro urbano, hacia el costado sur, el visitante llega a una casa sencilla de un solo cuerpo, ejemplo de la austera arquitectura, que el período colonial, llegó en las provincias del altiplano cundiboyacense. Orgullosa, ostenta el título de Casa Histórica. En sus salones se escuchan aún las voces patriotas y el taconeo de varias botas de caballería, con sus espuelas puestas, recordando sus tiempos como Cuartel General. Es allí donde el General Carlos Soublette, herido y exhausto pero, sobre todo, orgulloso, firmará el Parte Oficial de la Batalla de Boyacá, y el Libertador Simón Bolívar firmará el Decreto, mediante el cual se da Orden General del Ejército, y concede el honor de incluir la palabra BOYACÁ, en las banderas y estandartes de los batallones y escuadrones que aportaron al triunfo en la batalla definitiva: Batallones: Primero de Cazadores, Primero de Línea de Nueva Granada, Rifles de Barcelona, Bravos de Páez, Rifles Ingleses, junto a los escuadrones: Lanceros de Llano Arriba, Guías de Casanare y Apure y Dragones.
Gracias a lo anterior, Ventaquemada es reconocida como la Puerta de Oro de Boyacá, quien se atreve a atravesarla se encuentra cara a cara con nuestra historia colombiana, con el sentir patriótico que infla el pecho de las nuevas generaciones, niños y jóvenes que, conscientes de la importancia de sus ancestros, continúan transitando ese camino, hacia nuevas luchas que reivindiquen nuestro espíritu nacional.

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