La catequesis es el corazón que mantiene viva la misión de la Iglesia. Con esa certeza, más de setenta agentes de pastoral de la Arquidiócesis de Tunja viajaron para participar en el II Congreso Nacional de Evangelización. No fue un encuentro cualquiera: durante varios días se respiró el deseo profundo de renovar la forma de anunciar a Cristo y de acompañar a quienes buscan crecer en la fe.
Desde el primer momento se sintió un ambiente de familia. No se trataba solo de escuchar conferencias, sino de encontrarse con otros que comparten la misma pasión por el Evangelio. Cada ponencia abría un horizonte nuevo: la catequesis no puede ser solo una preparación para recibir un sacramento, sino un camino de vida, un proceso que ayuda a madurar la fe y a convertirla en experiencia real.
Se habló de muchas cosas, pero una idea se repetía una y otra vez: sin catequesis no hay evangelización que permanezca. La fe necesita tiempo, acompañamiento, gestos, comunidad. No basta un momento emotivo ni una clase bien preparada; se requiere un itinerario que integre la Palabra, la oración, la vida en comunidad y la misión de salir al encuentro de los demás.
Hubo momentos de reflexión que encendieron el corazón. Se nos invitó a superar la costumbre de “dar catequesis” solo para bautizos o primeras comuniones, y a imaginar procesos más profundos, inspirados en la vida de las primeras comunidades cristianas. También se insistió en la importancia de formar catequistas que sean verdaderos testigos, hombres y mujeres que hablen desde su experiencia de Dios, y no solo desde un libro o un manual. Y, cómo no, se nos retó a entrar sin miedo en el mundo digital, que hoy es un verdadero “continente” para la misión.
Al final, todos nos fuimos con la sensación de que este Congreso no terminó al cerrar las puertas del auditorio. Comienza ahora, en cada parroquia, en cada familia, en cada rincón de la Arquidiócesis de Tunja. Los desafíos son claros: reavivar la catequesis como un proceso permanente, involucrar a las familias, formar catequistas con una fe viva y creativa, y llevar el Evangelio a los espacios digitales donde tantos jóvenes buscan sentido.
Más que un listado de tareas, es una invitación a soñar. A que cada comunidad parroquial se convierta en una casa donde la fe se aprende y se celebra, donde cada persona pueda encontrarse con Cristo y salir a anunciarlo. El Congreso encendió una llama; ahora nos toca a nosotros mantenerla viva y contagiar su luz. Descargue la síntesis de las ponencias del Congreso en el siguiente link: