Novena de Navidad
Día Quinto

Día 5

Iluminación bíblica

Evangelio según san Lucas 1, 26-38

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo.

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la Virgen era María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.

El ángel dijo: “ No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, su reino no tendrá fin”.

Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va nacer será llamado hijo de Dios. También Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “ porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra”. Y el ángel se retiró.

Palabra del Señor.

Iluminación bíblica

Esta es una de las escenas más densas y significativas del evangelio, la experiencia religiosa más trascendental en la historia de una persona y el símbolo del diálogo de Dios con la humanidad. Dios dice su «sí» salvador, y la humanidad, representada en María, responde con su «sí» de acogida: «hágase en mí según tu palabra». De este encuentro, brota, por obra del Espíritu, el Salvador Jesús, el verdadero “Dios-con-nosotros”. Entra en escena el nuevo Adán. Y a su lado aparece, con un «sí» en los labios, en contraste con la primera, la nueva Eva.

María, es la elegida por Dios para ser la madre del Esperado. El ángel la llama «llena de gracia» o «agraciada», «bendita entre las mujeres», y le anuncia una maternidad que viene del Espíritu Santo. Empieza a dibujarse así en las páginas del evangelio el mejor retrato de esta mujer, cuya actitud de disponibilidad para con Dios, no será sólo de este momento, sino de toda la vida. María aparece como la mejor maestra de vida cristiana. El más acabado modelo de todos los que a lo largo de los siglos habían dicho «sí» a Dios, y sobre todo de los que han creído en Cristo Jesús y le han seguido en los dos mil años de cristianismo.

Nosotros estamos llamados a contestar también a Dios con nuestro «sí». El «hágase en mí según tu palabra» de María se ha continuado a lo largo de los siglos en la comunidad de Jesús. Y así se ha ido encarnando continuamente la salvación de Dios en cada generación, con la presencia siempre viva del Mesías, que nos comunica por su Espíritu la vida de Dios. Cada uno de nosotros, escucha el mismo anuncio del ángel, y es invitado a contestar que sí, que acogemos a Dios en nuestra vida, que vamos a celebrar la Navidad, superando las visiones superficiales de nuestra sociedad para estos días.

Dios está dispuesto a que en cada uno de nosotros se encarne de nuevo su amor salvador. Quiere ser, “Dios-con-nosotros”. Creer que Dios es “Dios-con-nosotros” no sólo quiere decir que es nuestro Creador y protector, o que nos llena de dones y gracias, o que está cerca de nosotros. Significa que se nos da él mismo, que él mismo es la respuesta a todo lo que podamos desear, que nos ha dado a su Hijo y a su Espíritu, que nos está invitando a la comunión de vida con él y nos hace hijos suyos. “Dios-con-nosotros” significa que todo lo que ansiamos tener nosotros de felicidad y amor y vida, se queda corto con lo que Dios nos quiere comunicar.  El momento en que más intensa es la presencia del “Dios-con-nosotros” es en la Eucaristía. Ya desde la reunión, luego, en la comunión, si le acogemos con la misma humilde confianza que lo hizo María, nuestra Eucaristía será fecunda en vida y en salvación.

La llave sirve para cerrar y para abrir. El cetro es el símbolo del poder. El Cordero que es digno de abrir los sellos del libro de la historia, y en general, «el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede abrir». Para nosotros, invocar a Jesús como Llave es pedirle que abra la puerta de nuestra cárcel y nos libere de todo cautiverio, de la oscuridad, de la muerte.


«Oh Llave de David

y Cetro de la casa de Israel,

que abres y nadie puede cerrar,

cierras y nadie puede abrir:

ven y libra a los cautivos

que viven en tinieblas y en sombra de muerte»


Villancico

Reflexión