Jesús sube al monte, como Moisés, y una multitud lo sigue. Están hambrientos, no solo de pan, sino de sentido, de presencia, de palabras que alimenten el alma.
Entonces aparece un muchacho. Trae cinco panes de cebada y dos peces. Lo que para cualquiera sería insuficiente, en manos de Jesús se convierte en banquete. Lo pequeño se vuelve sobreabundante cuando se entrega con generosidad.
En nuestras parroquias también hay gente como ese muchacho: la mujer que madruga a preparar la catequesis, el joven que toca la guitarra, el campesino que dona lo poco que tiene. ¿Qué puede hacer Dios con nuestra pequeñez? Mucho… si se la damos.
Aplicación pastoral:
Enseñemos que el milagro ocurre cuando compartimos.
Organicemos campañas solidarias donde cada quien aporte lo que tenga.
Motivar a los niños y jóvenes a descubrir que sus talentos, por pequeños que parezcan, pueden cambiar vidas.