“En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma hacia ti.” (salmo142)
Oración de la mañana para iniciar la adoración
Señor Jesús, la mañana nos recuerda tu predilección por salir a un lugar solitario al comenzar el día, para encontrarte con Dios Padre en la oración. Con el salmista, en la mañana, proclamamos el deseo de escuchar tu gracia, ya que confiamos en ti; indícanos el camino que debemos seguir, pues levantamos nuestras almas hacia ti, Señor. Ante tu presencia, Jesús Eucaristía, reconocemos que tú eres el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador, el Pan bajado del cielo.
Te adoramos con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se someten nuestros corazones por completo, y se rinden totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza. Creemos todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: Nada es más verdadero que esta palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creemos y confesamos ambas cosas, y pedimos lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No vemos las llagas como las vio Tomás pero confesamos que eres nuestro Dios: haz que creamos más y más en Ti, que en Ti esperemos y que te amemos. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a nuestras almas que de Ti vivan y que siempre saboreen tu dulzura
Señor Jesús, bondadoso Pelícano, límpianos, inmundos, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora vemos oculto, te rogamos que se cumpla lo que tanto ansiamos: que al mirar tu rostro cara a cara, seamos felices viendo tu gloria. Amén.
Salmo 22 – EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA
Ant. 1 Decid a los inválidos: "Tengo ya preparado el banquete, venid a las bodas."
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno eucarístico (fragmento I)
Ant. 1 Decid a los inválidos: "Tengo ya preparado el banquete, venid a las bodas."
Ven, Jesús, mi Salvador Divino Cordero; Ven a mí, dulce Señor, ¡Oh mi Dios, mi amor! Eres Padre tierno, Eres buen Pastor; Eres verbo eterno Nuestro Redentor. ¡Oh de mi esperanza Dulce galardón! Te doy alabanza Y mi corazón.
Salmo 41- MI ALMA TE BUSCA, DIOS MIO
Ant. 2 El que tenga sed que venga a mí y que beba en la fuente eterna.
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: «¿Dónde está tu Dios?» Recuerdo otros tiempos, y mi alma desfallece de tristeza: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.» Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo, desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor. Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado. De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.» Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno eucarístico (fragmento II)
Ant. 2 El que tenga sed que venga a mí y que beba en la fuente eterna.
En Ti siempre espero, aumenta mi fe; con amor sincero Te recibiré. En esta apariencia, divino manjar, tu santa presencia quieres ocultar. Oh Sabiduría, eterno Señor; ¡ven en este día a darme tu amor! Jesús de mi vida; nunca más pecar; sólo a Ti rendida, mi alma quiere amar.
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (6, 32-35)
«En verdad, en verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.» Pregunta para meditar en silencio durante unos minutos: Jesús dijo: “El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”. Preguntémonos: ¿Qué hambre me acompaña hoy para venir hasta Jesús y qué sed para creer más en él?
Meditación
La eucaristía sana nuestra memoria cerrada
Recordemos lo que nos decía el Papa Francisco en la celebración del Corpus Christi el año pasado: “La Eucaristía sana nuestra memoria cerrada. Las heridas que llevamos dentro no sólo nos crean problemas a nosotros mismos, sino también a los demás. Nos vuelven temerosos y suspicaces; cerrados al principio, pero a la larga cínicos e indiferentes. Nos llevan a reaccionar ante los demás con antipatía y arrogancia, con la ilusión de creer que de este modo podemos controlar las situaciones. Pero es un engaño, pues sólo el amor cura el miedo de raíz y nos libera de las obstinaciones que aprisionan. Esto hace Jesús, que viene a nuestro encuentro con dulzura, en la asombrosa fragilidad de una Hostia. Esto hace Jesús, que es Pan partido para romper las corazas de nuestro egoísmo. Esto hace Jesús, que se da a sí mismo para indicarnos que sólo abriéndonos nos liberamos de los bloqueos interiores, de la parálisis del corazón. El Señor, que se nos ofrece en la sencillez del pan, nos invita también a no malgastar nuestras vidas buscando mil cosas inútiles que crean dependencia y dejan vacío nuestro interior. La Eucaristía quita en nosotros el hambre por las cosas y enciende el deseo de servir. Nos levanta de nuestro cómodo sedentarismo y nos recuerda que no somos solamente bocas que alimentar, sino también sus manos para alimentar a nuestro prójimo. Es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante. Y hacerlo de manera concreta, como concreto es el Pan que Jesús nos da. Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad. Jesús en la Eucaristía se hace cercano a nosotros, ¡no dejemos solos a quienes están cerca nuestro!”. V. Bendito, alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. R. Sea para siempre bendito y alabado.
Aclamaciones a Jesús Eucaristía
Ten misericordia de nosotros, Señor.
1. Jesús Eucaristía, proclamado en la gloria humilde de la liturgia, alabanza de quienes esperamos en tu amor. 2. Jesús Eucaristía, cuya gloria cantan las artes, las culturas, las lenguas y las esperanzas de todos los pueblos de la tierra. 3. Jesús Eucaristía, en quien esperamos ver unidos a todos los que te reconocen como salvador. 4. Jesús Eucaristía, Misterio celebrado en la esperanza, que quieres reunir en torno a tu mesa a todos los pueblos de la tierra. 5. Jesús Eucaristía, que congregas cada domingo a los que proclaman la gloria de tu resurrección. 6. Jesús Eucaristía, fuente de la espiritualidad de la Iglesia. 7. Jesús Eucaristía, que nos permites construir una cultura que adora y proclama la maravilla de tu presencia. 8. Jesús Eucaristía, alimento y vida de tus fieles laicos. 9. Jesús Eucaristía, centro de toda espiritualidad sacerdotal. 10. Jesús Eucaristía, aliento de la entrega de la vida consagrada. 11. Jesús Eucaristía, luz de esperanza de la Iglesia misionera. 12. Jesús Eucaristía, anuncio valiente y generoso de la salvación. 13. Jesús Eucaristía, Pan partido para la vida del mundo. 14. Jesús Eucaristía, aliento y fortaleza de todas las acciones de caridad y de comunión de la Iglesia peregrina. 15. Jesús Eucaristía, pan que alimentas a los pobres y a los ricos, a los pequeños y a los humildes, a los que .saben compartir los dones de tu amor.
Súplica por Colombia
Señor, delante de tu presencia sacramental te suplicamos que suscites en nosotros un deseo más profundo de reconciliación. Sana nuestros corazones del rencor, del resentimiento, de la violencia y del deseo de venganza, para recorrer caminos de reconciliación. En tu nombre, Señor, haz que reine entre nosotros el amor, la solidaridad, la fraternidad y el apoyo mutuo. Que perdonemos a quienes nos han ofendido. Que tengamos la valentía de la fe y la verdad de la conciencia para pedir perdón a quien hemos ofendido. Que nos reconciliemos inspirados en ti; que volvamos a la amistad porque tú nos llamas amigos; que nos movilicemos para buscar el bien común sin agredir, sin atentar contra el bien común ni los derechos de los demás. Amén.
Oración de la tarde
Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo.” (Lucas 24,29)
Señor Jesús, la tarde no solo nos recuerda la hora nona de tu muerte en la cruz, sino que nos abre a la esperanza y a la alegría. En la tarde, celebraste la última cena con tus discípulos y diste tu cuerpo y tu sangre en el pan y en el vino que compartiste. En la tarde te apareciste de camino a los discípulos de Emaús y, ya en la aldea, te revelaste a ellos al partir el pan. Por eso, en esta tarde queremos pedirte que te quedes con nosotros como en Emaús, porque es tarde y la noche se apresura. Te reconocemos, Señor, al partir el pan en la Eucaristía y te alabamos ahora en el Santísimo Sacramento. Al adorarte haz que nuestros corazones ardan, pues tu presencia es fuego y es luz, capaces de disipar toda tiniebla y de abrir los ojos a la esperanza que no defrauda.
El Verbo que viene desde lo alto y que no abandona la derecha del Padre, que sale a realizar su obra, ha venido al atardecer de la vida. Quien por su discípulo a la muerte sería entregado a sus enemigos. Antes como comida de vida, se entregó a los discípulos. A ellos, bajo doble especie dio su carne y sangre para que en esta doble sustancia se alimentara todo el hombre. Al nacer se entregó como compañero, al comer se entregó como alimento; al morir se entregó cual precio; al reinar se da como premio. Oh, salvadora hostia que abres la puerta del cielo, guerras implacables nos oprimen: danos fuerza, danos auxilio. Al Señor Uno y Trino sea gloria eterna. Que una vida sin término nos regale en la patria. Amén.
Después de un instante de silencio, dice:
En el segundo día de la preparación a la fiesta de Corpus la Iglesia de Bogotá se postra de rodillas ante la presencia de Cristo que hace arder el corazón y así recibir el ánimo para vivir la alegría en plenitud. Nos podemos ver inmersos en ambientes y situaciones de crisis donde se descuida luchar por la virtud de la esperanza cristiana, por la fe, la adoración a Cristo hecho pan de vida y por el reconocimiento de nuestras ofensas para pedir perdón a Dios. Este momento de adoración viene a ser la ocasión para poner por obra esta intención. Enseguida, dice: V. Dios mío, ven en mi auxilio. R. Señor, date prisa en socorrerme. V. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. R. Como era en el principio…
Ant. 1 Reconocemos, Señor nuestras culpas.
Salmo 50
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra tí, contra tí sólo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Señor, te pedimos perdón por los pecados cometidos en nuestro país. Perdón por las acciones que han terminado con la vida de muchos conciudadanos. Perdón por los hechos que han afectado la movilidad y el transporte rural y urbano. Perdón por los alimentos que se dañaron por los bloqueos y por los efectos negativos que esto ha producido en los campesinos, los comerciantes y en los hogares. Perdón por los actos de vandalismo que afectaron locales e instituciones. Perdón por dejar imperar más los intereses de unos pocos que el bienestar común y la justicia. Perdón por querer implantar lo que creemos que está bien, haciendo uso de la fuerza y de la violencia, olvidando la defensa de la vida y los derechos humanos. Perdón por los proyectos que no favorecen el bien de la comunidad ni la equidad. Perdón por la injusticia y la corrupción que reinan en la Nación. Perdón por la desigualdad y por los programas que acrecientan la pobreza en el país. Perdón por quienes usando su poder crean división antes que llamar a la unidad. Amén.
Ant. 2 Queremos caminar en tu justicia.
Salmo 25
Hazme justicia, Señor, que camino en la inocencia; confiando en el Señor, no me he desviado. Examíname, Señor, ponme a prueba, sondea mis entrañas y mi corazón, porque tengo ante los ojos tu bondad, y camino en tu verdad. No me siento con gente falsa, no me junto con mentirosos; detesto las bandas de malhechores, no tomo asiento con los impíos. Lavo en la inocencia mis manos, y rodeo tu altar, Señor, proclamando tu alabanza, enumerando tus maravillas. Señor, yo amo la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria. No arrebates mi alma con los pecadores, ni mi vida con los sanguinarios, que en su izquierda llevan infamias, y su derecha está llena de sobornos. Yo, en cambio, camino en la integridad; sálvame, ten misericordia de mí. Mi pie se mantiene en el camino llano; en la asamblea bendeciré al Señor. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Señor, nos has perdonado y nos llamas a obrar la justicia. Instrúyenos en tus mandatos, condúcenos por tus sendas para aprender a hacer el bien y anhelar lo que te agrada. Libera nuestros corazones de toda mala intención, de toda injusticia. De modo especial convierte a quienes se deleitan en el mal y no viven con otra razón que sembrar el caos y desestabilizar el país. Transforma también la mente y el corazón de quienes dirigen la nación para que promuevan reformas que no tengan otro objetivo que el bien de toda la comunidad y la equidad para vivir con dignidad y en armonía los unos con los otros. Amén.
Daniel 3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito tu nombre, Santo y glorioso: a él gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres en el templo de tu santa gloria: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres sobre el trono de tu reino: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres en la bóveda del cielo: a ti honor y alabanza por los siglos. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Te alabamos y proclamamos tu gloria, Jesús eucaristía, porque en medio de nuestra fragilidad nos acoges en tu presencia. Alzamos nuestras manos a tu divina majestad, pues en ti nuestra muerte ha sido vencida y en ti la esperanza de la vida nueva hace arder el corazón como en Emaús. Bendito seas, Señor de la vida, Señor de la reconciliación, Señor de la paz. Amén.
Del santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35
“Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista de Jerusalén unos once kilómetros. Y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Él les dijo: «¿De qué discuten por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido. Y, uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.» Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan”. Vicaría de Evangelización Si es el sacerdote o un diácono quien preside la celebración, entonces puede dirigir una breve homilía, para la que puede servirse de las siguientes ideas. Si quien dirige la liturgia es un laico puede leer estos puntos desde un lugar distinto del ambón en varios momentos separados por un justo tiempo de silencio y cantos acordes: • Hoy nos congrega la contemplación de la presencia del Señor Jesús Resucitado. Su Cuerpo y Sangre preciosos son para nosotros causa de verdadera alegría. Pues como a los discípulos de Emaús, nos regala a la Iglesia la experiencia de reconocerlo en la apariencia del santo Sacramento. Cleofás y el otro discípulo no reconocían a Jesús resucitado en la aparición que veían sus ojos, sino hasta que él mismo les abrió el entendimiento para que en la fracción del pan pudieran por fin “ver” su Presencia; sólo así la apariencia ya no les fue necesaria y la imagen que veían sus ojos desapareció. Ahora en su vida pueden contemplar su Presencia que permanece cada vez que se realice el “Memorial” en la Eucaristía.
• El misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo delimitado en la apariencia del pan y del vino de la misa, lucra de los beneficios de la Resurrección de Cristo a aquel que hace “el camino de Jerusalén a Emaús”, es decir, quienes conocen, por medio de la comprensión de la Sagrada Escritura que Cristo efectivamente no deja sólo a quien cree que Él pueda hacerse uno consigo en su propia historia. Contemplar el santo Sacramento implica entonces reconocer más que un concepto o una idea del misterio de Cristo; significa comprender, aceptar y actuar conforme el Evangelio de Jesucristo en la propia historia, de modo que no seamos simplemente nosotros, sino Cristo resucitado que habita y actúa en nosotros. Porque la contemplación del Cuerpo y Sangre sacramentados nos lleva entonces a permitir que esa Presencia de Cristo toque nuestra realidad y la transforme.
Preces
A Jesús Eucaristía adoramos e imploramos su misericordia, diciendo:
Ten misericordia de nosotros.
1. Tú, pan bajando del cielo, ten misericordia de nosotros. 2. Tú, alimento que da la vida eterna, 3. Tú, pan de ángeles y viático de camino, 4. Tú, banquete celestial anticipado en la tierra, 5. Tú, redentor del mundo y salvador que vives resucitado, 6. Tú, divino sacramento, 7. Tú, muerto y resucitado para nuestra redención, 8. Tú, pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación. Padre nuestro
Oremos
Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
El ministro ordenado toma la custodia y solemnemente bendice la asamblea con el Santísimo Sacramento. Luego, de rodillas agrega:
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre. Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la incomparable Madre de Dios María santísima.. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.