Te cuento que hay personas de las que se dice que van siempre contracorriente. Si todos dicen que hace mucho calor, esta persona dice que hace frío. Si todos opinan que es muy bueno el sistema de transporte, esta persona sostiene que le parece horroroso. ¿Pero es tan malo ir contracorriente? Pues no, a veces se requiere, y los profetas de que habla la Biblia iban mucho contracorriente a pesar de los problemas. De ello se quejaba el pobre Jeremías, cuando dice: “Ni les debo ni me deben, ¡pero todos me maldicen!” (Jr 15, 10).
También el Evangelio es un mensaje que va contracorriente, porque cambia el modo normal de ver el curso de los acontecimientos, desafiando a cambiar de mentalidad y a dar un viaje en el camino que se va recorriendo.
Ahora bien, cualquier respuesta que tenga que ver con la evangelización, tiene que partir del Evangelio, de su comprensión y de su vivencia. Evangelio quiere decir, ante todo, noticia, anuncio, mensaje, tres palabras que son tres sustantivos.
Se trata de una palabra de origen griego. Cuando los setenta traductores de la Biblia hebrea, tradujeron la palabra Basar del hebreo al griego, usaron poco el sustantivo Evangelio (euanghelion) pero usaron mucho más el verbo evangelizar (euanghelizein) del hebreo basar, que quiere decir llevar un buen anuncio. Este es el sentido que más nos interesa ya que habla de un anuncio bueno, favorable, presente en un contexto histórico y salvífico.
Por ejemplo, considera este texto de Isaías: “Sube al alto monte, tú que anuncias alegres noticias a Sión. Alza tu voz con fuerza, tú que anuncias buenas noticias a Jerusalén” (Is 40, 9). Y este otro aún más bello: “¡Qué hermosos son los montes, los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: ‘ya reina tu Dios’!” (Is 52, 7). Evangelización, entonces, es llevar el buen anuncio del Evangelio de Jesús.
(ENTUSIASMATE CON LA EVANGELIZACIÓN, Mons Luis Augusto Castro Quiroga, 2015)