Novena de Navidad
Día Tercero
Iluminación bíblica
Dios de amor: te pedimos por todas las familias del mundo, con la intercesión de María Santísima y de San José, para que ilumine, conforte y guíe a todas las familias del mundo y a los jóvenes que se preparan para el matrimonio. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Meditación
El anuncio del ángel a José nos sitúa ya en la proximidad del tiempo mesiánico. José no duda de la honradez de María. Ya sabe, aunque no lo entienda, que está sucediendo en ella algo misterioso. Y esto es lo que le hace sentir dudas: ¿es bueno que él siga al lado de María? ¿es digno de intervenir en el misterio? El ángel le asegura, que el hijo que espera María es obra del Espíritu. Pero José, no debe retirarse. Dios lo necesita. Cuenta con él para una misión concreta: cumplir lo que se había anunciado, que el Mesías sería de la casa de David, como lo es José, «hijo de David», y poner al hijo el nombre de: “Jesús”.
«Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel». Sin discursos ni posturas heroicas ni preguntas, obedece los planes de Dios, conjugándolos con su amor a María. Acepta esa paternidad tan especial, con la que colabora a la venida del “Dios-con-nosotros”. Deja que el protagonista sea Dios: el Mesías no viene de nosotros, viene de Dios: concebido por obra del Espíritu. La alabanza que se hizo a María, «feliz tú porque has creído», se extiende a este joven obrero, el justo José.
¿Acogemos así nosotros, en nuestras vidas, los planes de Dios? La historia de la salvación sigue. También este año, Dios quiere llenar a su Iglesia y al mundo entero de la gracia de la Navidad, gracia siempre nueva. Nos quiere salvar, en primer lugar, a cada uno de nosotros de las pequeñas o grandes esclavitudes. Durante todo el Adviento nos ha estado llamando, invitando a una esperanza activa, apremiandonos a preparar los caminos de su venida. Él nos acepta a nosotros. Nosotros tenemos que aceptarlo y salir a su encuentro. Como a los profetas, y ahora a José, nos encarga también, que seamos heraldos para los demás de esa Buena Noticia que llena de alegría, que colaboremos en la historia de esa salvación cercana en torno nuestro.
¿A quién vamos a ayudar en estos días a sentir el amor de Dios y a celebrar desde la alegría la Navidad cristiana? No somos nosotros quienes salvamos, es el Espíritu el que actúa. Nuestra «maternidad-paternidad» dejará el protagonismo a Dios, que es quien salva. Pero podemos colaborar, como José, a que todos conozcan el nombre de Jesús: Dios-salva.
«Adonai» es otro nombre de Yahvé, que subraya su cualidad de Señor, Guía y Pastor. Ahora le pedimos que también nos salve de tantas esclavitudes que nos agobian, enviándonos a Cristo Jesús. A pesar de la humildad de Belén, nosotros, vemos en Jesús al Señor que Dios ha enviado para salvarnos con brazo poderoso: Concédenos, Señor, a los que vivimos oprimidos por el pecado, vernos definitivamente libres por el renovado misterio del nacimiento de tu Hijo.
«Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo»