En el pasaje del Libro de Josué, presenciamos un momento crucial en la historia del pueblo de Israel. Josué convoca a toda la comunidad para renovar su compromiso con Dios en Siquem. Les recuerda el camino que Dios ha trazado para ellos, desde la liberación de Egipto hasta su llegada a la tierra prometida. Josué les insta a decidir a quién servirán: a los dioses de sus antepasados o al Dios que les ha guiado y protegido. Es un llamado a la lealtad hacia Dios, un recordatorio de que seguirlo con fidelidad es el fundamento de su identidad como pueblo elegido. Esta narrativa nos desafía a reflexionar sobre nuestras propias decisiones y compromisos en la vida diaria, recordándonos que elegir a Dios implica un compromiso total y una entrega sincera.

En la segunda lectura, encontramos simbolismos interesantes, en primer lugar, Cristo manifiesta que él es el Esposo y la Iglesia la Esposa, en este sentido esta unión se desarrolla plenamente en la entrega amorosa del uno hacia el otro; en segundo lugar, vemos el simbolismo de la cabeza y el cuerpo, también reflejado en la dualidad de Cristo-Iglesia. Esta carta a los efesios hemos de entenderla en una lectura de familia, entendiendo que la Iglesia es nada sin su Señor, dado que Cristo entregó su vida por ella. En el matrimonio ha de entenderse un sentido de igualdad, donde cada uno desempeña su labor, dando como resultado una entrega mutua, no de sumisión. Es pues el matrimonio una entrega de amor, generosidad, en donde se da la vida el uno por el otro, tal como Cristo dio su vida por la Iglesia.

En el Santo evangelio, hay una crítica de los apóstoles a Jesús; esta actitud manifiesta la debilidad humana: la duda. Es la duda una compañera de viaje, que acompaña nuestros inicios y nuestro final, la cuestión que se ha de radicar acá, es manifestar el mayor acercamiento posible a la verdad, Verdad que sólo encontramos plenamente en Cristo Jesús. Ahora bien, la Eucaristía no se celebra desde el pasado solamente, este sacramento es también un adelanto a la vida eterna, vivida y celebrada en el aquí y el ahora. La Eucaristía refuerza y aclara nuestra verdad, parcialmente entendida, ella es la única que nos hace un adelanto a lo que será la vida eterna, ella, es por excelencia el sacramento del cual derivan los otros sacramentos, en ella, encontramos la más bella de las dudas: Señor, ¿A dónde iremos? ¡Sólo tú tienes palabras de vida eterna!

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